Mi diario de viaje
Desarrollar cualquier tipo de proyecto artístico sea audiovisual, plástico, literario, musical, digital etc. es como hacer un viaje a un lugar al que vas por primera vez: no importa cuanto te prepares o lo planees nunca sabes realmente a donde llegarás ni con que te encontrarás.
Por eso decidí llamar este conjunto de pensamientos y opiniones un diario de viaje donde compartiré contigo desde cómo escogí el lugar al cual me dirijo hasta la forma como me las ingeniaré para pagar las deudas emocionales y económicas que quedan al final; porque aclaro que este es un viaje a dedo nada de hoteles cinco estrellas ni vuelos en primera clase.
Será un viaje sensorial, o por lo menos eso espero. Un viaje que realmente no sé que tan largo será y que como cualquier viaje inicia lleno de expectativa, emoción y curiosidad pero que ni idea como terminará...
Todo empezó gracias a Máxima
En marzo de 2008 mientras hacia casting para mi primer cortometraje como directora y guionista - Dolores - conocí a una mujer que estaba muy emocionada por hacer parte del grupo de extras. Había algo muy particular en ella, aunque mostraba una gran sonrisa en su rostro cada vez que hablaba conmigo y al momento de las respectivas fotos y video, sus ojos transmitían una tristeza muy profunda que en ese momento no podía comprender.
Su nombre era Máxima y finalmente la seleccioné para una corta pero importante escena de la película en la cual salía de su casa hacia la calle donde estaba su supuesto hijo volando cometa y lo hacía entrar afanosamente ya que estaba a punto de iniciarse un tropel entre los liberales y conservadores que se habían tomado el pueblo (la historia estaba enmarcada en la época de la violencia bipartidista en Colombia).
Hasta ahí todo iba muy bien. Pero al momento de filmar Máxima no la lograba, hicimos varios ensayos previos a rodar la primera toma y siempre se repetía la misma situación: ella corría desde el patio de la casa a la puerta de entrada y todo iba bien pero al momento de salir a la calle a buscar al niño se paralizaba y no podía continuar.
Decidí parar por un momento y hablar con ella lejos de toda la parafernalia del rodaje para entender un poco lo que le sucedía (tiene pánico escénico, pensaba yo) pero lo que realmente pasaba era que al momento de llegar a la puerta de la casa y ver al niño Máxima se devolvía seis años atrás al momento de una toma paramilitar en su vereda de origen "Las Palmas" y se acordaba de su hijo que estuvo a punto de ser reclutado por el grupo armado.
Finalmente logramos que ella usara ese recuerdo a favor de la escena y todo salió muy bien, pero su historia causó un fuerte impacto en mí que me di a la tarea de comprender un poco mejor y que resulto ser la historia de miles de madres, niños y jóvenes en diversas zonas del país.
¿Cómo hablar sobre la guerra?
Colombia es tierra de indiferencia. Y no es para menos, sesenta y tantos años de una guerra que parece no querer terminar deja huellas visibles e invisibles en todas las generaciones que hemos pasado por este lugar. Y a veces pienso que esa indiferencia puede llegar a ser más cruel y dolorosa que la guerra misma. La mayoría de nosotros (y me incluyo en la frase) no queremos ver... o decidimos no ver lo que pasa, sea por egoísmo, falta de interés o por simple salud mental. Hasta que una "Máxima" se atraviesa en nuestro camino y nos hace reflexionar.
Esa reflexión me llevo a desarrollar Grafiti así como plantear una propuesta y una posición (mi posición cabe anotar) sobre uno de esos tantos asuntos ante los cuales somos indiferentes pero que afecta la vida de miles de personas similares a ti o a mi, que nacieron en el mismo país, bajo el mismo cielo y sobre la misma tierra.
Pero cómo hablar sobre una guerra que nos tiene saturados, que se ha vuelto otra cifra más, que nos volvió tan insensibles a la mayoría? Revolviendo emociones (agradables y desagradables sobre todo estas últimas), creando situaciones límites que tal vez generen empatía y dejando interrogantes que espero unos cuantos se tomen la tarea de responder.
